SAO PAULO, BRASIL - Veinte años después del inicio del primero de sus dos mandatos, Luiz Inácio Lula da Silva regresa el domingo al poder con la promesa, como si fuera sacada de las estrofas de Chico Buarque, de que "mañana va a ser otro día" para Brasil.
No en vano, los seguidores de Lula hicieron suya la popular canción de Buarque, "Apesar de Você" (a pesar de usted), para usarla contra el ultraderechista Jair Bolsonaro y, también, como un himno a la esperanza en el que buscar refugio, en la época en la que el antiguo sindicalista estuvo en prisión (2018-2019), por dos condenas de corrupción.
Recibe las noticias locales y los pronósticos del tiempo directo a tu email. Inscríbete para recibir newsletters de Telemundo Arizona aquí.
Unas sentencias que posteriormente fueron anuladas por el Tribunal Supremo por irregularidades procesales, lo que le permitió a Lula volver a ser candidato y regresar al palacio presidencial de Planalto, apenas tres años y un mes después de su salida de la cárcel.
EL LÍDER VUELVE 20 AÑOS DESPUÉS DEL PRIMERO DE SUS DOS MANDATOS
Pareciendo encarnar el espíritu de la canción de Buarque, Lula basó su campaña electoral en contraponer el "amor" y la esperanza por un Brasil más justo y más humano, contra "toda la oscuridad" de los cuatro años del gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Esas promesas, unidas al recuerdo de la experiencia de los años dorados de los Gobiernos de Lula (2003-2010), cuando la economía de Brasil creció a una media del 4% anual y se avanzó en la reducción de la pobreza, bastaron para que las clases más humildes lo llevaran a la victoria en las elecciones de octubre.
Los brasileños, y en especial los más pobres, siguen reconociendo en él sus orígenes más que humildes, miserables, que llevaron a su familia a migrar, siendo Lula un niño, desde los paupérrimos eriales del interior de Pernambuco, hacia Sao Paulo, motor industrial del país.
En Sao Paulo trabajó de tornero mecánico y se convirtió en un combativo líder sindical, para después fundar en 1980, en plena dictadura militar, el Partido de los Trabajadores (PT), que sigue siendo el mayor partido de izquierdas de América Latina.
Ganó dos elecciones, gobernó entre 2003 y 2010 y dejó el poder con un nivel de popularidad tan alto, que le resultó fácil impulsar la victoria electoral de su ahijada política y sucesora, Dilma Rousseff.
En sus mandatos, encarnó una izquierda moderada, con mirada social, pero obligado a entenderse con un ramillete variopinto de partidos y también, a aplicar recetas económicas muy distantes de la caricatura de comunista con cuernos con la que le ha intentado socavar el bolsonarismo.
A los 77 años de edad, con el pelo y la barba teñidas de blanco por las canas y la voz quebrada por el cáncer de laringe del que se trató en 2011, Lula regresa al poder aún más moderado por las circunstancias.
Para enfrentarse a Bolsonaro en las elecciones, se rodeó de una coalición de diez partidos de ideología diversa, de la izquierda a la centroderecha.
Ahora, en plenas negociaciones con el Congreso Nacional para sacar adelante sus promesas de campaña, ha abierto aún más el abanico, acercándose a fuerzas de derecha con las que se enfrentó en la campaña.
En la economía, ha sido constante su compromiso de mantener el equilibrio en las cuentas y la responsabilidad fiscal, aunque siempre sin renunciar a su mayor promesa de campaña: acabar con el hambre, que se ha disparado en los últimos años y ahora afecta a 33 millones de brasileños.
El gran lastre que sigue afectando a la imagen de Lula y que despertó odios intestinos en parte de la sociedad brasileña son los casos de corrupción que mancharon su gestión y la de Rousseff.
Las investigaciones de la corrupción en torno a la petrolera Petrobras y la constructora Odebrecht condujeron a Lula en 2018 a la cárcel, donde cumplió 580 días de prisión, antes de que el Supremo anulara las condenas.
En esa etapa, que parecía el fin de su carrera política, Lula forjó una relación amorosa con la activista Rosângela "Janja" Silva, con la que se casó el pasado mayo.
Janja, la tercera esposa de Lula, le ha devuelto la sonrisa al exsindicalista y ha sido fundamental para insuflar esos aires de esperanza a la campaña.
Precisamente ella ha sido la encargada de planificar la gran fiesta del día de la investidura que, tal como dice la canción de Chico Buarque, pretende desatar una "enorme euforia" entre los brasileños.