WASHINGTON — Los demócratas han tardado apenas unos días en evaluar hasta dónde puede llegar la ambiciosa propuesta migratoria del presidente Joe Biden en el Congreso de Estados Unidos y reconocen que, si surge algo, será probablemente mucho más modesto.
Mientras se preparan para abordar un asunto políticamente delicado que se ha resistido a grandes acciones del Congreso desde la década de 1980, los demócratas emplean palabras como “aspiracional” para describir el plan de Biden y “titánico” para expresar el esfuerzo que necesitarán para sacarlo adelante.
La Casa Blanca lanzó un mensaje cautelosamente similar el viernes cuando la secretaria de prensa, Jen Psaki, afirmó que el nuevo gobierno espera que el plan del presidente sea “la base” para las discusiones migratorias en el Congreso. El tono cauto de los demócratas puso de manifiesto el frágil camino que tiene por delante en un asunto fundamental para sus votantes de minorías, progresistas y activistas.
Hasta quienes llevan años trabajando por la inmigración y defienden una lucha sin cuartel han reconocido que puede que tengan que conformarse con menos que una victoria total.
Allanar el camino hacia la ciudadanía para los 11 millones de inmigrantes que no tienen los permisos adecuados para estar en el país —la pieza central del plan de Biden— es “lo que está en la cima de la montaña”, dijo en una entrevista el director ejecutivo del grupo proinmigrante America’s Voice, Frank Sharry. “Si hay formas de avanzar hacia esa cumbre acumulando victorias e impulso, las vamos a contemplar”.
El proceso de ciudadanía contemplado en el plan de Biden se demoraría solo tres años en algunos casos, y hasta ocho en otros. La propuesta facilitaría que cientos trabajadores se queden en el país de forma temporal o permanente, concedería ayudas al desarrollo a países de Centroamérica con la esperanza de reducir la inmigración y reforzaría la tecnología de control fronterizo.
Richard Durbin, senador de Illinois y segundo en la jerarquía demócrata en la cámara alta, afirmó en una entrevista esta semana que el paquete que tiene más posibilidades de salir adelante ofrecería una vía a la ciudadanía para los llamados “dreamers”. Ellos son más de 1 millón de inmigrantes que han vivido en Estados Unidos la mayor parte de sus vidas después de haber sido traídos de forma ilegal cuando eran menores de edad.
Más de 600,000 personas en esta situación tienen permisos temporales de residencia gracias a la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA por sus siglas en inglés), un programa creado por el expresidente Barack Obama que Durbin y otros querrían ver convertido en ley.
Durbin, quien calificó el plan de Biden de “aspiracional”, apuntó que espera también otros elementos, como más visas para trabajadores agrícolas y de otro tipo.
“Entendemos la realidad política de un Senado 50-50 (y) que cualquier cambio en inmigración requerirá cooperación entre las partes”, afirmó Durbin, quien está en el camino para presidir el Comité Judicial del Senado. La legislación producida en la cámara podría “no llegar a los mismos niveles” que la propuesta de Biden, añadió.
El Senado está dividido de forma equitativa entre demócratas y republicanos, y la vicepresidenta, Kamala Harris, decantará las votaciones ajustadas en favor de los demócratas con su voto de desempate, pero para salir adelante, la legislación importante debe contar con 60 votos a favor para evitar el filibusterismo: una táctica dilatoria para obstruir la aprobación de una ley. Esto supone que 10 republicanos deberían unirse a la totalidad de los demócratas para promulgar una reforma migratoria, una empresa complicada.
“Aprobar la reforma migratoria en el Senado, en especial, es una tarea titánica”, dijo el senador demócrata de Nueva Jersey Bob Menendez, quien también tendrá un rol destacado en la batalla.
Muchos republicanos están de acuerdo con la valoración de Durbin.
“Creo que el espacio en un Senado dividido al 50% será para algo como el acuerdo del DACA”, apuntó Lindsey Graham, senadora republicana de Carolina del Sur que ha trabajado con los demócratas en acciones migratorias previas. “Una reforma migratoria integral va a ser difícil por este entorno”.
Como ejemplo de la detallada negociación que se avecina, la senadora republicana de Maine Susan Collins, una moderada que buscó compromisos migratorios antes, elogió partes del proyecto de ley, pero dijo que quiere más visas para trabajadores extranjeros, algo que emplea mucho la industria turística de su estado.
Los obstáculos de los demócratas son formidables. Tienen mayorías muy escasas tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado, donde los apoyos republicanos para suavizar las restricciones migratorias suelen escasear. Las agrias relaciones entre los partidos se agravaron durante el agitado mandato del expresidente Donald Trump. Biden tendrá que invertir gran parte de su tiempo y capital político en leyes de mayor prioridad para combatir la pandemia e impulsar la economía, dejando una nube de incertidumbre sobre su influencia futura.
Los demócratas también deben resolver diferencias tácticas. Sharry dijo que los grupos que apoyan la inmigración prefieren que los demócratas impulsen el proyecto de ley más fuerte posible sin concesiones a las demandas de los republicanos, como aumentar el gasto en seguridad fronteriza. Dijo que las esperanzas de un avance bipartidista son “una tontería” porque el Partido Republicano se ha opuesto en gran medida a las reformas de inmigración durante mucho tiempo.
Pero prevalecer sin los votos republicanos significaría una unanimidad virtual entre los demócratas del Congreso, lo que es un desafío colosal. También significaría que los demócratas tendrían que eliminar el filibusterismo del Senado, para lo cual es posible que no tengan los votos para hacerlo, o inventar otras rutas de procedimiento alrededor del obstáculo de los 60 votos.
“Voy a empezar a negociar” con los republicanos, dijo Durbin. Añadió que un proyecto de ley bipartidista sería mejor “si podemos hacerlo” porque mejoraría las posibilidades de aprobación.